Cumplir la ley no es ser transparente
Cumplir la ley 19/2013 de transparencia, acceso a la información y buen gobierno no es ser transparente. Ni se le acerca. Y mucho menos sirve para combatir el fraude, las malas prácticas y la corrupción en los procesos de contratación. Afortunadamente, esta ley es de mínimos. Es decir, las administraciones públicas pueden mejorarla con sus propias normas y lograr, de una vez por todas, una transparencia real.
Y es que ¿publicar el objeto de un contrato sirve para recuperar la confianza de la sociedad en la buena gestión de las administraciones? ¿Y publicar el importe de licitación, el número de empresas que se presentan y el nombre de la adjudicataria acaba con las sospechas de corrupción en la contratación pública? No. Ni siquiera lo hace publicar si ha habido o no modificaciones de los contratos. Todo eso es insuficiente.
Hoy mismo, Manuel Medina Guerrero, director del Consejo de Transparencia y Protección de Datos de Andalucía, asegura en un medio de comunicación que si la ley de transparencia hubiera estado aprobada hace años, se habrían evitado muchos casos de corrupción (vean la noticia aquí). Es de suponer que se refiere a la Ley 1/2014, de 24 de junio, de Transparencia Pública de Andalucía. Sin embargo, esta norma tampoco resulta eficiente en los procesos de contratación pública.
Porque, aunque dicha ley obliga a la publicación de algún dato más que la norma nacional, como la revisión de precios y la cesión de contratos, sigue siendo deficitaria. Los procesos de contratación pública son complejos. Y lo son desde que se inician las conversaciones para poner en marcha una licitación, hasta que se ejecutan. Entre estas dos fases hay muchas decisiones que tomar, e importantísimos expedientes, informes y actas que firmar. Sin olvidar la redacción de pliegos, las posibles consultas externas, los diferentes estudios que hay que elaborar en caso de proyectos de gran envergadura…
En definitiva, ser transparente no es cumplir la ley. La ciudadanía se merece mucho más que una docena de datos que no sirven, en absoluto, para borrar la desconfianza y la decepción, ya que solo muestran una parte insignificante de los procesos de contratación. Lo demás, lo verdaderamente importante de las licitaciones, sigue escondido tras una puerta de la que cuelga el cartel de siempre: PRIVADO.